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El cráter del asteroide que mató a los dinosaurios

Fernando Blancas R.
7/may/2012

Se le culpa de la desaparición más famosa de la historia: haber acabado con el 70% de la vida en la tierra. Se trata de un asteroide que cayó hace 65 millones de años del que solo queda la escena del crimen: el cráter de impacto ubicado en Chicxulub, en la península de Yucatán.

Sin embargo, existe una gran variedad de mitos e imprecisiones en torno a este catastrófico suceso, dijo Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, en su conferencia “El cráter de impacto Chicxulub y la extinción de los dinosaurios”, en el IFUNAM, el 3 de mayo.

Urrutia charló sobre las características del cráter desde su descubrimiento. Todo empezó en los años 60, cuando, tras explorar el subsuelo en el Golfo de México, se detectaron ciertas anomalías gravitacionales en la capa carbonatada de la península de Yucatán. A diferencia de las estructuras geológicas comunes, que presentan formas irregulares, las imágenes mostraban una forma circular y un patrón concéntrico.

Lo anterior llamó la atención de los investigadores quienes determinaron que existía un enorme cráter de multi-anillo sepultado en el área. Aunque existen otros cráteres importantes con la misma estructura (uno en Sudbury, Canadá y otro en Vredefort, Sudáfrica), Chicxulub destaca porque se ha conservado prácticamente intacto debido a la nula actividad sísmica y volcánica de Yucatán.

Desde entonces Chicxulub, con una extensión de 200 km, ha sido objeto de estudios geoquímicos, análisis de núcleos, microscopía electrónica y estratigrafía, entre otros, que han dado pauta a poderosas hipótesis.

El proyectil debió tener un tamaño de alrededor de 10 km de diámetro y perforó la capa terrestre de la península a velocidades de 10km por segundo. Tuvo que haber sido una colisión de alta velocidad, dijo Urrutia, porque solo así se explicarían los restos de materiales con evidencia de derretimiento como consecuencia de las altas temperaturas y presiones del impacto.

Como resultado del choque, material rocoso fue expulsado a velocidad de escape hacia la atmósfera terrestre, provocando que toneladas de fragmentos se calentaran a temperaturas de 200 C° (a este evento se le conoce como “Bola de fuego”), lo que alteró las condiciones de vida óptimas en la Tierra y provocó la posterior extinción de casi el 70% de la vida en unas pocas horas, comentó Urrutia.

Otros vestigios encontrados en la parte marina del cráter muestran que el impacto ocurrió en la época en que la península estaba aún bajo el agua, lo que produjo tsunamis de unos 300 m de altura (15 veces más alto que el de Japón en 2011) que también contribuyeron a la destrucción.

Tras analizar la constitución del cráter, se sabe que tiene cuatro capas que muestran la sucesión de eventos ocurridos: la capa inferior previa a la colisión contiene microfósiles propios del Cretácico; luego le sigue la capa del material eyectado en el choque; encima de ella, la capa formada por los restos de la “Bola de Fuego” y, finalmente, el sedimento posterior a la catástrofe.

Los fósiles de la primera y última capas son diferentes, lo que evidencia un cambio en las especies. Por otro lado, entre la capa de la Bola de fuego y la correspondiente al periodo Cenozoico, hay un espacio carente de todo resto fósil a lo que se le conoce como “capa de océanos vacíos”, señal del lapso que tardó la vida marina y los ecosistemas en recuperarse.

Hay preguntas sin respuesta todavía como ¿por qué hubo especies que sí sobrevivieron? Y ¿cuáles fueron sus mecanismos de adaptación? No obstante, los trabajos de Urrutia como de muchos otros investigadores contribuyen a que, a pesar de las incógnitas, la teoría del cráter de Chicxulub siga vigente.

“A lo largo del tiempo un buen número de grupos han querido demostrar que no es un cráter o que no tiene relación con las extinciones pero la teoría ha sobrevivido por 30 años a estudios cada vez más minuciosos”, concluyó Urrutia.


Zona donde se encuentra sepultado el cráter, la mitad en tierra y la otra en el mar del Golfo de México


El doctor Urrutia Fucugauchi en su conferencia en el IFUNAM /Foto: Pedro Zaldívar Sánchez.