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La científica que investiga crímenes arqueológicos

Carlos Antonio Sánchez
14/dic/2017

Hace siete años, la arqueóloga Ioanna Kakoulli recibió una llamada telefónica en su cubículo de la Universidad de California. Una voz desconocida le llamaba desde el aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles para pedirle ayuda. Habían encontrado varias piezas arqueológicas en la maleta de un pasajero y necesitaban saber si eran reales o falsas.

Esa fue la primera vez que Kakoulli resolvió un crimen arqueológico. Desde entonces se dedica a resolver decenas de casos; rastrea objetos para conocer su composición química y descifrar su origen y así atrapar a los criminales que trafican con ellos.

“Estos materiales arqueológicos son muy importantes porque representan el pasado de la cultura de la humanidad, para entender su tecnología, su sociedad, cómo vivían y cómo se organizaban”, dijo Kakoulli, en su visita al Instituto de Física el jueves 12 de octubre para impartir la charla: Materials matter ancient technology inspires design for the future.

Hay espectros de onda que el ojo humano no detecta pero existen técnicas que lo hacen posible, como la espectroscopía que usó Ioanna y con la que pudo conocer la estructura de la materia, como si viera a través de las paredes, gracias a la interacción de la radiación electromagnética con el objeto. Sucede lo mismo cuando la radiación interactúa con nuestros tejidos y es posible ver el interior del cuerpo humano a través de las radiografías.



La arqueóloga Ioanna Kakoulli, invetsigadora de la Universidad de California en su visita al IFUNAM. Foto: Carlos Antonio Sánchez

La espectroscopía funciona gracias al efecto túnel, cuando las partículas atraviesan la materia. Nosotros no podríamos atravesar una pared porque los electrones de nuestro cuerpo sienten repulsión contra los del muro, pero hay dispositivos que irradian energía provocando que algunos electrones atraviesen a cualquier objeto y en pocas palabras, es como si nos contaran lo que ven adentro.

Dado que muchos de los objetos que rastrea son objetos únicos y de alto valor económico e histórico, Ionna no puede quitarles ni una mínima parte para estudiarlos. A veces, ni siquiera puede tocarlos. Por eso, la ventaja de esta técnica es que no es invasiva y se puede analizar el objeto con el láser inocuo de un detector.

Cuando Ioanna ayuda a la policía, corre contra reloj. El tiempo que tiene para analizar un objeto es limitado y no puede extenderlo porque el objeto que ha sido confiscado está bajo proceso legal. “Simplemente no puedes llevártelo al laboratorio, tienes que analizarlo ahí mismo”, dice Kakoulli.

Durante los años que ha trabajado en criminología arqueológica, Kakoulli se dio cuenta de que las piezas arqueológicas tienen un registro único, como una huella digital: sus pigmentos.

Desde sus primeros casos, decidió registrar los pigmentos con los que están hechas las piezas antiguas para construir su propia base de datos. Así, puede facilitarse el trabajo, porque si en el futuro se encuentra con una pieza de autenticidad dudosa, basta con someterla a una espectroscopía, y cruzarla con su base de datos de pigmentos para determinar si existe es falsa o no.

“Cuando encontramos material arqueológico no sabemos de dónde viene porque nunca ha estado registrado, sabemos dónde se encontró pero no tenemos idea qué es. Es un problema para el patrimonio cultural y para los científicos”, dice.

Así que en la medida en que logremos comprender mejor el origen de estas piezas, tendremos una visión de la tecnología con que fueron construidos, en pocas palabras, lograremos cada vez más información valiosa para conocer mejor nuestro pasado.

La investigadora visitó el Instituto de Física para participar en el Seminario LANCIC titulado "Materials Matter, Ancient Technology Inspires Designs for the Future", el pasado 5 de octubre. LANCIC es un laboratorio que se encarga de analizar el patrimonio cultural con métodos no invasivos, y que probablemente podría incursionar en la criminología arqueológica. Hay mucho trabajo por hacer en esa área: de acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en los últimos 10 años la Procuraduría General de la República ha asegurado 1,281 piezas arqueológicas por tráfico ilegal, y la pena por robar, alterar o traficar estos objetos, es de 3 a 10 años.



La arqueóloga Ioanna Kakoulli, invetsigadora de la Universidad de California en su visita al IFUNAM. Foto: Carlos Antonio Sánchez