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De padre radiólogo y madre especialista en salud reproductiva, Iván Rosado Méndez ha tenido, desde pequeño, una fuerte inclinación por la medicina. Incluso, después de estudiar una carrera aparentemente alejada de la medicina como lo es la ingeniería física.

Fue cuando tenía 13 años que una breve conversación con su padre lo hizo interesarse en la ciencia. “¿Cómo es posible que una máquina pueda obtener la imagen del interior de un paciente sin tocarlo?”, le preguntó Iván. “Eso es gracias al trabajo que hacen físicos e ingenieros,”, le respondió su padre. En ese momento tuvo la curiosidad por lo que sería una carrera que vinculara a las máquinas con la salud de las personas.

Durante el tercer año la carrera de ingeniería física en el Tecnológico de Monterrey, Iván asistió a una plática que impartió la investigadora María Ester Brandan, del Instituto de Física. Esa charla le bastó para decidir el área a la que se dedicaría: física médica. No lo pensó dos veces. Durante el último año de la licenciatura, se inscribió al Verano de la Investigación Científica en el IFUNAM, donde comenzó a aprender lo que es la física médica.

Cuando terminó la carrera en 2006, ingresó a la maestría en Física Médica del Posgrado en Ciencias Físicas de la UNAM. Luego, en 2009, inició los estudios de doctorado en física médica en la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos.

En junio de 2017 Rosado entró al IFUNAM, desde donde continúa desarrollando técnicas cuantitativas de ultrasonido médico. Su interés en el ultrasonido se debe a que es una de las modalidades de imagen médica más usadas, económicas y seguras ya que no requieren radiación ionizante. Actualmente está iniciando una colaboración con el Instituto Nacional de Cancerología para aplicar estas técnicas en el diagnóstico de cáncer de mama. Igualmente está colaborando con la Universidad Wisconsin a través de dos proyectos: uno para predecir el parto prematuro y otro para detectar daños cerebrales en recién nacidos. Todo esto utilizando ultrasonido, lo que demuestra la versatilidad de este tipo de ondas para caracterizar tejido.

“Lo más importante en lo que hago es aplicar modelos físicos para entender cómo el ultrasonido interactúa con el tejido, y poder conocer su estado natural y entender cómo éste cambia durante una enfermedad”, explica Iván Rosado. Por ejemplo, durante sus proyectos de tesis de maestría en la UNAM y de doctorado en Wisconsin, trabajó con simulaciones y maniquíes tejido-equivalente para desarrollar y optimizar técnicas que serían posteriormente aplicadas en pacientes. “Te das cuenta que tu trabajo, el cual iniciaste con papel y lápiz, puede tener un impacto en mejorar la salud de una persona, y en la sociedad”, cuenta Iván Rosado,

Recientemente el joven investigador tuvo la oportunidad de ayudar a desmontar un mastógrafo junto con varios colegas del IFUNAM, entre ellos, los investigadores María Ester Brandan, César Ruiz, Eduardo López y Arturo Menchaca, entre otros. “Estos días han sido los más padres desde que llegué porque se aprende muchísimo (…) sobre la anatomía de la máquina, es decir, cómo está construida y los componentes que tiene dentro, los ves en libros pero casi nunca en la vida real”.

Iván es de origen yucateco, le gusta ir a la playa a vacacionar y, los fines de semana, empaca su equipo de protección y monta su bicicleta híbrida para pedalear por la ciudad. De vez en cuando escucha el jazz de Billie Holiday o algo de música electrónica, también disfruta de navegar en Netflix con predilección por las series de historia, dramas políticos o de ciencia-ficción.

Su inquietud de la infancia sobre mejorar la salud de los pacientes ha logrado convertirse en realidad gracias a la física médica, comenta Iván Rosado, quien incluso planea desarrollar un proyecto con su madre y colegas de Wisconsin sobre entrenamiento de parteras en comunidades rurales para la detección del parto prematuro.