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El LEMA participa en estudio sobre la llegada de los primeros humanos a América

Aleida Rueda
29/jul/2020

Un estudio publicado recientemente en la revista Nature, que incluyó la datación de muestras por radiocarbono realizada en la UNAM, ha cambiado el consenso sobre el momento de la llegada de los primeros seres humanos al continente americano.

Durante décadas fue generalmente aceptado el paradigma de que la fecha de entrada ocurrió hace aproximadamente 13,000 años, desde Asia vía Beringia, por grupos humanos que posteriormente desarrollarían en Norteamérica una tradición material conocida como Clovis, caracterizada por sus puntas de lanza de forma acanalada.

Sin embargo, en años recientes esta teoría ha sido refutada por nuevos datos arqueológicos y cronométricos que demuestran la existencia de sitios anteriores a los Clovis, que datan de 18,000 a 15,000 años atrás.

La nueva investigación, liderada por el doctor Ciprian Ardelean de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y en la que participaron las doctoras Corina Solís y María Rodríguez, académicas del Instituto de Física, revela que esta presencia pudo haber ocurrido entre 26,500 y 19,000 años atrás, durante el Último Máximo Glacial, o incluso antes.

Tras 10 años de exploraciones en la cueva del Chiquihuite, ubicada en Zacatecas, Ardelean, junto con colegas y estudiantes, encontraron más de 1,900 herramientas de piedra caliza y basaltos (entre ellas cuchillas y puntas de lanzas), así como algunos huesos de animales y restos de plantas.

Con el fin de tener una mayor confiabilidad de las fechas en que fueron elaboradas, el equipo envió muestras de carbón, huesos y sedimentos asociadas a las piezas, a cuatro diferentes laboratorios fuera de México: el Oxford Radiocarbon Accelerator Unit (ORAU), en el Reino Unido; el International Chemical Analysis (ICA), Beta Analytic y el PaleoResearch Institute (PRI), los tres en Estados Unidos; y a uno mexicano: el Laboratorio Nacional de Espectrometría de Masas con Aceleradores (LEMA) del Instituto de Física de la UNAM.

El LEMA es el primer laboratorio en Latinoamérica en el que, además de hacer investigación en física nuclear, se hace datación por radiocarbono y se determinan concentraciones de otros radioisótopos como el berilio 10 o el aluminio 26. El laboratorio cuenta con la certificación para la datación con radiocarbono, bajo la Norma ISO 9001:2015, y participa en comparaciones internacionales para comprobar la exactitud y reproducibilidad de sus resultados.

Las académicas Solís y Rodríguez fueron las responsables de datar algunas de las muestras a través de la técnica de radiocarbono -isótopo radioactivo del carbono- para que luego pudieran ser comparadas con los resultados de los otros laboratorios e incorporadas en la secuencia estratigráfica del sitio.

La datación por radiocarbono, metodología desarrollada en la década de los 50, es la técnica más conocida para determinar la edad de materiales orgánicos de hasta unos 50,000 años.

Los organismos vivos mantienen un contenido de radiocarbono aproximadamente constante, pero al morir, éste empieza a decaer a una velocidad determinada por la ley de decaimiento radiactivo con una vida media de 5,730 años.

“Para determinar el radiocarbono remanente en las muestras orgánicas recuperadas de la cueva, y a partir de éste determinar su edad, se utilizó la Espectrometría de Masas con Aceleradores (AMS por sus siglas en inglés). Esta técnica, desarrollada desde la década de los 70, es actualmente la más precisa y rápida para detectar radiocarbono en muestras tan pequeñas como una sola semilla”, explica la doctora Corina Solís.

Datación a la mexicana

La aportación del LEMA al estudio consistió en 9 dataciones válidas de 7 muestras de carbón y una de sedimento. También se dataron dos huesos y tres muestras de carbón cuyos resultados fueron descartados.

“Uno de los huesos era de la época colonial y el otro se descartó porque el colágeno obtenido no fue suficiente para cumplir con los parámetros de calidad exigidos. Los valores arrojados por las tres muestras de carbón se descartaron porque dieron resultados atípicos, que pueden deberse a factores tafonómicos o a un bajo contenido de carbono, pues estas muestras consistían en apenas unos cuantos miligramos”, explica la doctora María Rodríguez.

Las fechas obtenidas por radiocarbono fueron incorporadas a un modelo Bayesiano, con el que se busca que las cronologías tengan una mayor precisión.

“En un modelo bayesiano se combinan las fechas de radiocarbono obtenidas, las edades calendario (obtenidas mediante curvas de calibración que toman en cuenta las variaciones temporales del radiocarbono en la atmósfera) y la información arqueológica (como la estratigrafía), para generar una distribución de probabilidad de las fechas”, explica Solís.

Utilizando este modelo, el grupo de investigación encontró que el inicio de la secuencia de ocupación se ubica entre 33,150 y 31,405 años (un periodo anterior al Ultimo Máximo Glacial), mientras que para el final de la secuencia de ocupación el modelo arroja un periodo con una antigüedad de 20,090 a 17,830 años.

Con esto se confirmaría que la presencia de los primeros seres humanos habría ocurrido mucho antes de lo que se sabía y representa el inicio de nuevas exploraciones en busca de más evidencias de ocupación humana durante esa época, en otros sitios de México y América del Norte.

Los investigadores a cargo del proyecto afirman que la cueva del Chiquihuite tenía una temperatura de 12 grados a lo largo de todo el año, lo cual pudo ser un atractivo para que los individuos se protegieran dentro de ella de las temperaturas extremas de aquella época.

Para las académicas del LEMA, este trabajo es la muestra del nivel de calidad en datación por radiocarbono que se tiene en México y en la UNAM.

“Este ejercicio estadístico mostró que en general, la secuencia cronológica de la cueva del Chiquihuite que incluyó los datos obtenidos en el LEMA, está en excelente acuerdo con la evidencia estratigráfica y refleja, además, que los resultados de este laboratorio universitario son de una calidad similar a la de otros laboratorios internacionales de prestigio”, concluye Rodríguez.

En el LEMA también colaboran los doctores María Esther Ortiz, Efraín Chávez y Luis Acosta; Grisel Méndez, catedrática CONACYT; el investigador postdoctoral Santiago Padilla, así como el técnico académico Arcadio Huerta y el laboratorista Sergio Martínez.