Samanta Rocha17/junio/2025
En el marco de los 100 años del natalicio del destacado físico experimental Marcos Mazari, El Colegio Nacional fue sede de una emotiva mesa de diálogo en reconocimiento a su legado científico, humano e institucional. La conmemoración se llevó a cabo el pasado 16 de junio y reunió a colegas, familiares y miembros de la comunidad académica del Instituto de Física (IF), con el propósito de rememorar la profunda huella que dejó en la ciencia mexicana.
Marcos Manuel Mazari Menzer, nacido el 16 de junio de 1925 y fallecido el 24 de enero de 2013, fue criado por sus abuelos paternos, quienes —en palabras de su hijo, Marcos Mazari Hiriart— “le heredaron el gusto por la cultura y las tradiciones de México, así como por los idiomas y los viajes”. Cursó el bachillerato en la Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), institución que, según su hijo, “fue el inicio de su libertad”.
Durante sus recorridos en bicicleta desde Tacubaya hasta el Palacio de Minería, conoció a profesores de la Escuela Nacional de Ingenieros, cuya influencia lo llevó a rechazar la idea de su abuelo de convertirse en comerciante para hacerse rico. “Cambió todo esto por seguir su propia vocación y pasión por el conocimiento y la ciencia”, destacó su hijo. Marcos Mazari fue Ingeniero civil, profesor de ciencias y físico experimental, con múltiples condecoraciones y reconocimientos entre los que destacan el Premio de la Academia de la Investigación Científica —hoy Academia Mexicana de las Ciencias— en 1962, Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1980 y Doctor honoris causa por la UNAM en 1996. En la sesión, la doctora Mercedes Rodríguez Villafuerte, directora del IF de la UNAM, resaltó el papel del homenajeado como precursor en el avance científico del país: “Marcos fue un notable científico que contribuyó de manera sobresaliente en las áreas de física e ingeniería, como formador de proyectos, instituciones y de nuevos profesionales.
En particular, fue una figura trascendental en el Instituto de Física, donde se destacó como pionero en el desarrollo experimental de la física nuclear en México, contribuyendo al establecimiento de varios laboratorios con aceleradores de partículas”. Rodríguez Villafuerte también hizo mención del primer acelerador de partículas que albergó el Instituto de Física: el acelerador Van de Graaff de dos millones de voltios (2 MV), que, afirmó, “fue la semilla para el desarrollo posterior de una rama de la ciencia muy importante, y que fue, en su momento, el más avanzado de América Latina”, proyecto en el que Marcos Mazari desarrolló y construyó la instrumentación necesaria para su instalación. Por su parte, Alejandro Frank, miembro de El Colegio Nacional, rememoró la formación de Mazari en el extranjero, experiencia clave para el desarrollo de su proyecto cumbre: el espectrógrafo de masas, un dispositivo que, según sus palabras, “revolucionó la detección de partículas”.
En 1953, cuando el doctor Nabor Carrillo era coordinador de la Investigación Científica, se logró la adquisición del primer acelerador de partículas del país: un Van de Graaff de 2 MV. Carrillo identificó el potencial de Mazari e hizo los arreglos necesarios para que pudiera asistir al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde se habían desarrollado los primeros aceleradores y trabajaba el propio Robert Van de Graaff.
“A su regreso a la UNAM, superó la falta de recursos (para la instalación del acelerador) y diseñó sus propios imanes, sentando así las bases de la física nuclear en nuestro país”, recalcó Frank.
La colaboración de Mazari en la instalación del acelerador de partículas Van de Graaff fue desde sus cimientos: participó en la selección del terreno, en la construcción del recinto e incluso impulsó a los trabajadores a concluir sus estudios universitarios. Sobre este hecho, Edgar Méndez Sánchez, del Instituto de Ingeniería, destacó el entusiasmo e iniciativa de Mazari: “construyó 20 cajas de madera en las cuales se empacaron cosas delicadas del acelerador” para su transportación.
La labor de Marcos Mazari trascendió su papel como investigador en física nuclear. Fue profesor en la Facultad de Ciencias, catedrático de Mecánica y Geometría Descriptiva en la Escuela Nacional de Ingenieros y profesor afiliado en el MIT. Su experiencia lo llevó a desempeñarse como asesor de la Comisión Nacional de Energía Nuclear (CNEN) durante la década de los sesenta. Posteriormente, fue nombrado director del Acelerador Van de Graaff Tandem del Centro Nuclear de México; además, fungió como jefe de la División de Investigación Científica y del Acelerador del Instituto Nacional de Energía Nuclear, asesor del Instituto de Ingeniería y secretario técnico del Instituto de Física de la UNAM.
Eduardo Andrade, investigador y colega de Mazari en el IF, mencionó otro proyecto en el que el físico se involucró: la instalación del acelerador de partículas Van de Graaff de 5.5 MV, trabajo que, pese a múltiples complicaciones de gestión y presupuesto, Mazari impulsó con optimismo y humor. “Es más importante tener amigos que dinero”, solía decir. Investigadores del Instituto de Ingeniería, como Efraín Ovando y Gabriel Auvinet, del Instituto de Ingeniería de la UNAM, recordaron a Mazari por sus estudios sobre mecánica de suelos en sismos y el hundimiento de la Ciudad de México. Exaltaron su trabajo documentado en el texto La isla de los perros, que consistió en el cálculo del contenido de agua en el suelo, así como el desarrollo de infraestructura instalada por el propio Mazari, que aún se utiliza en los patios de El Colegio Nacional para el registro del hundimiento del terreno.
Además de La isla de los perros, Mazari colaboró y escribió obras como El subsuelo de la Ciudad de México y Los asentamientos del Templo Mayor analizados por la mecánica de suelos.
“Marcos Mazari nos dejó muchos datos, mucha investigación y, sobre todo, mucha inspiración para seguir conociendo los suelos de la Ciudad de México”, mencionó Efraín Ovando.
En su papel como profesor, Javier Miranda, del Instituto de Física, lo recordó como un entrañable maestro con quien compartió espacio de trabajo, tuvo interacciones diarias y recibió valiosas aportaciones para su tesis de licenciatura, en la que Mazari participó como evaluador y jurado.
El impacto de su trabajo dejó huella en la comunidad científica y en su trayectoria profesional, motivo por el cual, durante su gestión como secretario académico del IF, en 2007, Miranda propuso nombrar al laboratorio del Acelerador de Pelletron del Instituto de Física en honor a Mazari. Actualmente, el laboratorio lleva su nombre: Marcos Mazari: Acelerador de Pelletron.
Los recuerdos compartidos por su hija, Marisa Mazari, lo evocan como alguien espontáneo y divertido: “como cuando sustituyó a la maestra de Matemáticas de Alicia –mi hermana– en la secundaria, o cuando les enseñó a sus nietos a jugar ajedrez”. También mencionó su gusto por expresarse con onomatopeyas: “‘Pum, pum, pum’, para explicar los pasos para llegar a algo”, “‘¡Zas!’, que podía significar que se había llegado a un acuerdo”, o “‘¡Suave!’, cuando algo le parecía muy bien”.
La mesa concluyó con las palabras de Marisa Mazari, quien agradeció el homenaje a su padre como un hombre sencillo y fiel a sus principios: “Agradecemos mucho el recordar a mi papá con tanto cariño a los 100 años de su nacimiento, el reunirnos para acordarnos todos de Marcos como el hombre sencillo, en mangas de camisa, interdisciplinario de corazón, preocupado por el avance de la ciencia y la tecnología en México, por el bienestar de todos los mexicanos”.
Y añadió: “Pienso que mi papá diría: “¡Qué suave que pudiéramos reunirnos esta tarde!, muchas gracias a todos’”.
En suma, la conmemoración del centenario de Marcos Mazari evocó no solo su brillante trayectoria como físico e ingeniero, sino también su empatía y cercanía con quienes lo rodearon. Su legado continúa vigente en múltiples instituciones y generaciones de investigadores, y lo consagra como un referente de compromiso, visión y excelencia en la ciencia mexicana.