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Nobel de Química por el descubrimiento de los cuasicristales

Karina Maldonado Portillo y Lucina Melesio
11/oct/2011

Se entregó el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de los cuasicristales a Daniel Shechtman, profesor del Instituto de Tecnología en Haifa, Israel, así como de la Universidad de Iowa y del Departamento de Energía de los Estados Unidos (5 de octubre).

Schechtman descubrió los cuasicristales en 1982, y sus resultados fueron mal recibidos –por decir lo menos– por la comunidad científica de la época, porque identificaban estructuras con simetrías que parecían ser matemáticamente imposibles.

“El material descubierto por Dan Shechtman parecía violar uno de los más sagrados principios de la cristalografía”, dijo a Noticias IFUNAM Luis David Romeu, investigador del IFUNAM experto en cuasicristales; “el principio establecía la imposibilidad de tener sólidos macroscópicos con simetría rotacional quinaria”, esto es, que los átomos formaban un patrón que parecía ser el mismo al rotar un quinto de vuelta (72 grados).

El hallazgo “rompía las reglas de la cristalografía clásica, que establecían que el ordenamiento atómico presentaba simetrías del orden 1, 2, 3, 4, y 6; pero no 5”, dijo en entrevista José Reyes Gasga, experto en el tema e investigador del IFUNAM; “esto fue un parte aguas”.

Según la revista Science, Shechtman revisó sus resultados una y otra vez, hasta que finalmente los presentó ante sus colegas, quienes lo ridiculizaron y le solicitaron su renuncia al grupo.

“Los cristalógrafos no daban crédito a lo que se veía en las imágenes de microscopia electrónica, así que buscaron la forma de demostrar que se trataba de estructuras normales arregladas de tal forma que produjeran los arreglos con simetría 5”, explicó Reyes Gasga; “la cristalografía clásica estaba en peligro y había que salvarla”.

Transcurrieron dos años para que Shechtman publicara sus resultados en un artículo en Physical Review Letters junto con John Cahn, un reputado científico del National Bureau of Standards, demostrando que sus resultados eran válidos.

“Cuando Cahn firmó junto a Shechtman avalando los resultados, el mundo creyó la noticia”, señaló Romeu, matizando que “no es que el descubrimiento haya sido mal recibido; es sólo que antes de renunciar a una ley bien establecida, la comunidad obliga al científico que la cuestiona a demostrar sin lugar a duda que tiene razón”.