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Conocer sus orígenes, necesario en ciencias

Denisse Joana Flores
28/feb/2013

Aunque las ciencias y la filosofía presentan diferencias aparentemente irreconciliables, es precisamente el origen de las primeras lo que marca su íntima conexión con la segunda.

Así lo sugiere el docente en filosofía Mariano Albero Molina, de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), quien, en su visita al IFUNAM el pasado 30 de enero para presentar su ponencia “Disidencias ante las ciencias. Argumentos para una discusión alternativa”, habló de las divergencias iniciales, históricas y teóricas, entre diferentes disciplinas y se refirió a la ausencia de límites definitivos entre ciencia y filosofía.

"La noción de ciencia como conocimiento fundamentado aparece en el contexto de la filosofía. De hecho, los distintos modelos de ciencia, incluido el de la física, surgieron a partir de las derivaciones de distintas posturas dentro de la filosofía", argumentó.

Nombres como Santo Tomás de Aquino, René Descartes, Gottfried Wilhelm Leibniz, Issac Newton e Immanuel Kant (de manera destacada) fueron los responsables de transformar el curso de la episteme (antigua palabra griega que significa “conocimiento fundamentado”) hasta llegar a lo que formalmente denominamos conocimiento científico, hizo notar el ponente.

Las mismas nociones tempranas de física surgieron de investigadores que destacaron como filósofos como Galileo o Newton, quienes contribuyeron en la formulación matemática de las leyes físicas. Galileo analizó la transformación de la idea de causalidad, al pasar de una donde se distingue lo astronómico y lo cotidiano a otra donde se homologa la acción de las fuerzas en el universo, mientras que Newton será recordado por desarrollar esa perspectiva y sistematizar el conocimiento de dichas fuerzas.

Dado ese contexto histórico, ¿valdría la pena que los científicos contemporáneos conocieran las raíces de sus disciplinas? Albero Molina dijo sí.

"Más allá del trabajo conjunto en torno a una tarea específica que se da en el terreno interdisciplinario, la preocupación por las nociones que fundamentan y delimitan a cada disciplina con respecto al resto debería ser una preocupación que impulsara a los participantes al estudio de las razones y orígenes de su campo", explicó.

"Si se dejara de lado la preocupación por el origen y la fundamentación de los conceptos propios de su disciplina, incluso cuando estos no surgieron a su interior o no responden a sus procedimientos actuales, resultaría en una creciente reducción del enfoque de los investigaciones hacia el terreno del mero perfeccionamiento técnico, es decir, a una preocupación por una pura mejora tecnológica".

En el caso del estudio de la ciencia, por ejemplo, requiere tener siempre en cuenta el factor histórico. La transformación que va desde la episteme a los modelos de las ciencias contemporáneas y la interdisciplinariedad se basa, desde finales del Renacimiento, en diversas ideas de desarrollo y progreso.

Desde la Ilustración, el propósito de la ciencia y, en consecuencia, la noción de progreso, han estado ligados al bienestar y los ideales de la sociedad como el acceso generalizado y en menor tiempo a bienes y servicios de creciente calidad, donde en la actualidad sobresalen la comunicación, la salud y el entretenimiento. Por eso, la noción de progreso, dijo el expositor, no pierde su vigencia.

El problema en una sociedad como la nuestra, sin embargo, está en la forma en que se aprecia a la ciencia. Por un lado, comentó, "cuando se pregunta qué es lo que debe o puede hacer la ciencia o, en su defecto, los científicos, estas preguntas se concentran en la organización de una institución o conjunto de ellas (“la ciencia”) aislada del resto de la sociedad o se abocan a un tipo de individuo (“el científico”) como si éste fuera su representante o, incluso, una especie de elemento fractal que la contiene de forma discreta", explicó a Noticias IFUNAM.

Para Albero Molina, la solución está en entender el concepto de progreso, y el de investigación, tanto en la filosofía como en las ciencias y en otros campos, "como una respuesta que no es inmediata, que se tiene que producir un desarrollo, con protocolos y planteamientos a mediano y largo plazo. Las soluciones a problemas urgentes son producto de investigaciones pasadas, no de las que están en curso".

Por eso es importante que la sociedad en su conjunto, incluyendo los investigadores de las distintas disciplinas, comprenda las posibilidades y límites de la labor concreta de cada campo, para tener expectativas más congruentes; porque "comprender que los límites disciplinarios no se reducen a la mera falta de información o a un conflicto de voluntades, conlleva a una reflexión más seria y fructífera sobre las diferencias y fronteras entre las ciencias", concluyó Albero Molina.


Albero Molina es docente de filosofía de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.

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