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¿Filosofía en la física?      

Pamela Geraldine Olivo Montaño
30/abr/2013

Lo que para varios físicos será una cuestión poco discutida, para la investigadora del IFUNAM, Ana María Cetto, es una pregunta digna del más amplio debate: ¿Física sin filosofía? O, en otras palabras: ¿Se puede hacer física inocentemente? ¿sin darse cuenta de las posturas filosóficas que hay detrás?

Con estas cuestiones Cetto participó en el ciclo de mesas redondas “¿Porqué los científicos deben saber filosofía?”, organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) y la Facultad de Ciencias los días 23 y 25 de abril.

En ella, la científica se refirió a la física cuántica como “la descripción más acabada y más exitosa que se conoce hoy en día con respecto al comportamiento cuántico de la materia con una gran capacidad predictiva”; uno de los mayores avances en la historia de la ciencia que, sin embargo, enfrenta importantes problemáticas filosóficas que surgieron desde los primeros años de su creación y construcción.

¿Proporciona la mecánica cuántica una descripción incompleta o completa de la naturaleza? ¿Ofrece información sobre un caso individual o proporciona una descripción estadística del comportamiento de los átomos? ¿Se trata de una descripción causal o acausal?

En esta última pregunta, indicó, se contiene la cuestión sobre el “indeterminismo”, una importante noción conceptual que significó uno de los mayores quiebres con la física clásica.

Los resultados obtenidos a través de la física clásica mostraban un mundo determinista, es decir, a partir de un estado presente se podría prever un estado futuro. Sin embargo, con la física cuántica obtener predicciones exactas en el comportamiento de los objetos subatómicos ya no es posible. En ella había un indeterminismo imposible de concebir desde la física clásica. El mismo Einstein se resistía a pensar que hay un libre albedrío del electrón, pensamiento que se reflejó con su famosa frase: “Dios no juega a los dados”, mencionó la investigadora.

El parteaguas para la física cuántica y sus precursores como Planck, Ehrenfest, De Broglie, Born, Heisenberg, Schrödinger, Bohr, Einstein, entre otros, llegó con la famosa Quinta Conferencia de Solvay en 1927. Ahí, dos posturas opuestas se hicieron evidentes: mientras que unos estaban a favor del realismo, otros defendían el instrumentalismo.


Foto de recuerdo de la 5ta conferencia de Solvay, en Bruselas, 1927. Foto: Princeton Plasma Physics Laboratory.

En líneas generales, el realismo indica que en la relación sujeto-objeto, el objeto siempre tendrá una realidad independientemente del sujeto que lo conoce. Por otro lado, en el instrumentalismo, al describir la naturaleza sólo se consideran todos aquellos objetos que son observables en los fenómenos; en el instrumentalismo se utilizan a las teorías como herramientas para describir lo observable pero sin pretender representar la realidad.

Las dos posturas tenían importantes defensores: la realista, encabezada por Einstein y Schrödinger, entre otros, contra la instrumentalista, guiada por Niels Bohr y Heisenberg. Así, los propios físicos iniciaban la discusión de tinte filosófico.

Tras diversos debates, la postura de Bohr conocida como ortodoxa o “Interpretación de Copenhague” fue la que pareció haber triunfado y es la que ha dominado hasta nuestros días, es la más conocida y la que normalmente se presenta en los libros de texto y en la manera de abordar investigaciones.

Al estudiar la física cuántica desde el punto de vista ortodoxo (o instrumentalista) se presentan algunas paradojas que van contra la intuición, “pasamos a una situación en el mundo cuántico, en donde la noción de trayectoria desaparece, donde de repente se tienen objetos virtuales y no tenemos que pensar en que haya una realidad subyacente”, mencionó Cetto.

Ocho años después de las conclusiones de 1927, y al no quedar satisfecho, Erwin Schrödinger publicó un artículo en el que presentó la reconocida paradoja del "gato de Schrödinger", en la que muestra las concepciones paradójicas dadas en la postura ortodoxa.

A grandes rasgos, dicha analogía consiste en tener a un gato dentro de una caja y, también dento, un núcleo radiactivo que se puede activar en algún momento dado y provocar la muerte del gato. Los ortodoxos dirían que en el momento en el que se abra la caja y haya una observación se podrá saber con precisión del estado del gato. No obstante, la premisa de Schrödinger es que mientras no se conozca cuándo se activa el núcleo radiactivo el gato no estará ni vivo ni muerto.

Más allá del debate histórico a favor de una u otra postura, para la investigadora lo importante es la necesidad de que los físicos sepan de filosofía. Dentro de la física siempre se trabaja sobre supuestos filosóficos, pero los científicos pueden estar o no conscientes de ello, dijo.

Para ella, los físicos deberían pasar por un mínimo de aprendizaje en filosofía de la ciencia, no para convertirse en filósofos, sino para comprender qué posturas o qué visiones filosóficas hay detrás de la ciencia que realizan.


Ana María Cetto en el CEIICH. Foto: Pamela Geraldine Olivo Montaño.