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Eustacio Pérez Zavala, la prueba viviente del "Sí se puede"

María Esther Ortiz y Eduardo Andrade
30/jun/2014

Muy a menudo, pasan por las instituciones personajes que han dedicado prácticamente toda su vida a ellas, sin ser suficientemente reconocidos por su entrega. Es el caso de Eustacio Pérez Zavala, quien, a pesar de vivir múltiples vicisitudes, supo forjarse un camino prolífico y humano, y quien este 2014, después de casi 50 años de servicio como miembro del Departamento de Física Experimental del IFUNAM, se jubila.

Probablemente, uno de sus logros más importantes es que el M. en C. Eustacio Pérez Zavala fue capaz de convertirse en Técnico Académico Titular C (para lo cual se necesita el grado de Doctor) gracias a su participación como coautor en más de una decena de artículos de investigación.

Eustacio realizó la mayor parte de su vida académica en el laboratorio del Acelerador Van de Graaff de 5.5 MV, desde 1965 hasta su jubilación en el mes de abril del presente año. La labor de Pérez Zavala en este acelerador fue crucial tanto para lograr su reinstalación, como para la operación y mantenimiento de todo el laboratorio.

Un ejemplo de las difíciles tareas que realizó Eustacio fue cuando se armó la columna del acelerador por primera vez. Esta componente tiene una altura de 8 metros y está colocada sobre la base del acelerador en un mezanine a una altura de 5 metros respecto del nivel del piso. Para realizar esta labor, Eustacio improvisó unos andamios como los que usan los albañiles en la construcción.


Andamios improvisados por Eustacio que usaron cuando se armó por primera vez la columna del Acelerador Van de Graaff de 5.5 MV.

Otra gran labor que realizó Eustacio fue el remplazo del imán selector de energías con un peso de 7.5 toneladas, que debería ser colocado sobre la base de un cañón de la segunda guerra mundial. Este imán debería nivelarse y alinear con muy alta precisión respecto a la dirección del haz producido por el acelerador.Y Eustacio lo logró.

Los méritos de este personaje son más grandes si consideramos la historia que nos relatan sus amigos y compañeros Drs. Alejandro y Francisco Morales Mori de quienes recibimos el relato que en seguida se muestra como respuesta a la invitación para dar a Eustacio un reconocimiento en ocasión de su jubilación.

Después de tantos años de compartir con el M. en C. Eustacio Pérez Zavala no solamente los años de la licenciatura en física de la Facultad de Ciencias de la UNAM sino también las décadas de trabajos de física experimental en el Instituto de Física, llegó el momento de que nuestro colega Eustacio pueda disfrutar de un retiro muy merecido. ¿Retiro, decimos? Eustacio ya tiene un plan de trabajo detallado sobre los temas que podrá estudiar a profundidad ahora que el tiempo ya no será un capataz impertinente.

Este reconocimiento a la labor de Eustacio nos da la oportunidad de asomarnos a una vida excepcional. Tan excepcional que inevitablemente lo lleva a uno a preguntarse si toda la metodología que se expone en multitud de libros sobre la educación sería capaz de explicar la trayectoria educativa de Eustacio.

Eustacio creció huérfano en una institución atendida por caritativas monjas en la Ciudad de México. Acercándose a la adolescencia, le informaron que terminaba su estancia por lo que tenía que salir a buscar su propio destino. Eustacio entonces se encontró en el barrio de La Merced acompañado de la multitud de personajes que viven en la marginación.

Él mismo relata que ahí encontró lo peor y lo mejor de los seres humanos. Su currículum de aquella época contiene todos los oficios imaginables. En contra de lo que se esperaría en estas circunstancias, Eustacio entiende que tiene que continuar sus estudios y por iniciativa propia decide completar los de primaria para continuar con la secundaria, ambas en horarios nocturnos.

Aunque inicialmente quería estudiar para radiotécnico, un médico amigo suyo lo orienta con una psicóloga que después de un cuestionario le indica que le conviene seguir alguna de las carreras de física, matemáticas o química. Ingresa entonces a la preparatoria en el área de físico-matemáticas.

En esta época, Eustacio, que es de baja estatura, se convierte en instructor de box, judo y karate y ya manifiesta en esta etapa una consigna que lo impulsará siempre: seré el mejor. En box peleó cuatro veces, logrando tres knockouts y un empate contra uno que tenía mayor peso y estatura; en judo se enfrentó cinco veces con diferentes oponentes y logró dos primeros lugares, dos segundos lugares y un cuarto lugar; en karate participó en una competencia que terminó en empate. Cuando ingresó a la Facultad de Ciencias de la UNAM, su problema de habitación estaba resuelto pues su participación en estas actividades le permitían dormir en el gimnasio.

Como él mismo dice: ya en la carrera de física no pude ser el mejor pues me tuve que ausentar un año para poder reunir recursos. Logra que la UNAM le dé una beca de alimentación que consistía en un cuarto de litro de leche, un huevo cocido y una mini dona. Más adelante obtiene una beca en efectivo consistente de $150 mensuales, suficiente para una comida más decente (en aquella época una comida corrida modesta costaba $5).

Así logra concluir la licenciatura e iniciar el posgrado hasta obtener el grado de Maestro en Ciencias. En la Facultad de Ciencias llega a ser profesor de asignatura al mismo tiempo que se incorpora como técnico académico a la investigación científica dentro del Instituto de Física de la UNAM.

A lo largo de su vida, y producto de su propia historia, Eustacio se expresa en letra y madera. A través de la poesía y los sonetos, Eustacio hace gala de su talento lírico, y conmovido hasta las lágrimas, las comparte con su reducido círculo de amigos. La letra se convertiría en madera al crear verdaderas obras de arte a partir de pedazos de madera recolectados al azar, que estaban destinados a ser leña o despojo y que en sus manos adquieren forma y sentimiento, revelando ese carácter forjado en una vida de soledad y compañía, compañía consigo mismo.


Muestra del trabajo artístico de Eustacio.

POESÍA, VERSO U OTRA COSA

Si sientes la dicha de vivir,

admirando todo lo bello

ser feliz y sonreír por ello;

la poesía es posible de escribir.

Si esperando que botón o rama,

del rosal u otra planta,

se torne con luz del sol en flor;

poesía escribir puedes con gran candor.

Te será fácil un verso,

si de malo a bueno eres converso…

Eustacio Pérez Zavala

Hay que decir además, que Eustacio ha sido coautor en 12 artículos en revistas arbitradas, 6 memorias in extenso, así como 35 presentaciones en congresos y 9 informes técnicos. Aún más importante en una carrera de técnico académico, coleccionó 37 agradecimientos explícitos en las tesis de los estudiantes que pasaron por el laboratorio donde laboraba, 51 en artículos de investigación y 19 en trabajos de congreso y 5 cartas de agradecimiento de sus compañeros investigadores del Instituto de Física y la Facultad de Ciencias.

Eustacio continuó su preparación siempre tomando diferentes cursos conectados con sus actividades en el laboratorio, lo que resultó en la certificación como operador del acelerador ante la Comisión Nacional de Seguridad y Salvaguardias. El Instituto de Física lo distinguió con el nivel C del PRIDE desde 1999 hasta su retiro. También incursionó en actividades docentes como profesor de asignatura tanto en la Facultad de Ciencias de la UNAM como en la ESIME del IPN.

Eustacio se caracterizó por un estilo peculiar de trabajo, siempre prefirió trabajar en forma aislada adelantándose, casi siempre, a las tareas que se le indicaban. Su fisonomía no concuerda con su fuerza corporal, es capaz de levantar pesos que uno apostaría imposibles para él, por lo que le gusta trabajar solo y da la impresión de arriesgarse mucho pero su osadía es el reflejo de su seguridad en conseguir lo que se propone.

Ojalá que el ejemplo de este pequeño gran hombre haga eco en los jóvenes de pocos recursos y se convenzan de que cuando verdaderamente se quiere, se puede.